Se nos ha dicho muchísimas veces que la radio y la televisión
son medios de comunicación. De tanto escucharlo hemos llegado a creer y hasta a
convencernos de que realmente son importantes medios de comunicación.
Tanto es así, que muchos querrán satanizar o por lo menos
declarar no grato a quien se atreva a plantear tales ideas.
Pero la verdad es que si nos remitimos a la comunicación como
communis facere (hacer de manera conjunta, si lo expresamos en nuestro idioma),
encontraremos que tanto la radio como la televisión, entre otros muchos medios,
sirven muy bien a la hora de masificar un mensaje.
Toda ganancia implica una inversión o sacrificio. En el caso
de los mensajes, cuando se gana en masificación, hay que sacrificar la esencia
de la comunicación. Expresado de otro modo, llegamos a más personas, pero lo
hacemos sobre la base de sacrificar la real comunicación.
Solo cito algunos aspectos:
Primero: En cuanto al nivel de lengua, en los medios de difusión
masiva es necesario unificar a los destinatarios
sin importar si manejan o no la técnica de la lectoescritura. Tampoco se toma
en cuenta los niveles de escolaridad que han logrado.
Segundo: En cuanto al sentido de oportunidad, no se toma en
cuenta quienes están escuchando en ese momento. Al menos, no de manera
individual, sino que se les trata como lo que no son (un conglomerado homogéneo).
Tercero: En lo referido a valor de uso, la inmensa mayoría de
los contenidos difundidos por los medios de difusión masiva son elaborados (hay
muchísimos casos en los que ni siquiera los elaboran) sin atender a la utilidad
o niveles de prioridad que podrían tener para el público destinatario.
Por lo antes expuesto, si lo analizamos a la luz de ese “hacer
en común” o si por lo menos, les aplicáramos el crisol integrado por nivel,
oportunidad y utilidad, lo que normalmente tratan los medios de difusión masiva
está muy lejos de ser comunicación.
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