"No hay un solo sector que no necesite dominar la palabra". Ángel Lafuente Zorrilla.

viernes, enero 05, 2018

¿Existe lo que no se comunica?

Encontrar respuesta a esa pregunta parece un encargo de esos profesores excelentes que se empeñan en que “sus muchachos” exploten al máximo su potencial. Por esta ocasión, te propongo un ejercicio que puede servirte de valiosísima ayuda. ¿Comenzamos?


Cuando escuchas la palabra “mango”, existe una alta posibilidad de que pienses en una sabrosa fruta, con forma más o menos redondeada, en muchos casos alargada, con color verde que muchas veces llega a convertirse en amarillo y hasta en rojo, con interior desde amarillo hasta mamey, con una sola semilla, en unos casos fibroso, en ocasiones con atractivo olor; en fin, en tu cerebro ocurren procesos asociados a la imagen y a las experiencias que en torno a esa fruta has vivido. Hay quienes llegan hasta a salivar y hasta a rememorar el olor de alguno que quisiera volver a probar. ¿Salivaste abundantemente ahora o sentiste el olor?
Pero existen otras muchas posibilidades. Podría impactar en tu cerebro la imagen de esa parte por donde agarras el cuchillo o cualquier utensilio al momento de comer. Incluso, en otros países de habla hispana, hasta se puede llegar a pensar en una persona que se vuelve irresistible ante nuestros ojos.
Podría seguir alargando la lista de imágenes que suele asociar el cerebro a la palabra “mango”, pero con los casos citados es suficiente, al menos por el momento.
Ahora, dedica un momento para preguntarte: ¿En qué piensas cuando escuchas la palabra “comunicación”?
Por si necesitas alguna ayuda, te refiero algunas respuestas recibidas cuando he hecho esa pregunta cara a cara. Me han dicho cosas como: En la televisión, en internet, en la radio, en los periódicos, y uno que otro caso aislado me ha respondido “en dos personas que hablan”. No tienes que sentir el compromiso de responderme ahora, recuerda que te solicité “preguntarte” (hacerlo para ti).
¿Dónde está el meollo del tema? El asunto estriba en que, al hablar sobre comunicación, muchas personas se han quedado estacionadas en lo que preocupaba a un matemático estadounidense que a mediados del siglo pasado trabajaba para la compañía Bell Telephone Laboratories. Él tenía serios problemas para lograr eficiencia en la transmisión de la información.
¡Cuánto han cambiado las cosas! Hoy día, cuando existe tanta información, el solo hecho de escoger a qué hacerle caso es lo suficientemente complejo como para entender muy superada la etapa en que la comunicación era asemejada a una cuestión de ingeniería de la señal.

Que entendamos por “mango” una fruta, una parte para asir o una persona está directamente vinculado con las experiencias que más contundentemente hayan impactado nuestra capacidad de percibir, entender, aceptar, asimilar, retener y hasta experimentar.
Todo, incluidos los mensajes, adquiere valor y significación en la medida en que encuentre correspondencia con lo que existe en nuestro cerebro. Por eso una técnica para recordar nombre de una persona a quien te acaban de presentar es asociarla a alguien (que existe en tu cerebro, con alguna característica en común) ya conocido y preferiblemente cercano.
Discutir el tema planteado en la pregunta inicial es un reto con connotaciones filosóficas. Mientras llega esa oportunidad, quiero dejarte una idea: Lo que no se comunica existe, pero solo lo que se comunica adquiere la capacidad para impactar a los cerebros de las personas que han de realizar algunas acciones incluidas en tu plan.

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